EL GAUCHO MARTÍN FIERRO
Segunda Parte: La Vuelta de Martín Fierro
I Atención pido al silencio y silencio a la atención que voy en esta ocasión, si me ayuda la memoria, a mostrarles que a mi historia, le faltaba lo mejor. viene uno como dormido cuando vuelve del desierto; veré si a esplicarme acierto entre gente tan bizarra, y si al sentir la guitarra de mi sueño me despierto. canta el pueblero... y es pueta; canta el gaucho... y ¡ay Jesús! lo miran como avestruz, su inorancia los asombra; mas siempre sirven las sombras para distinguir la luz.. pero voy en mi camino y nada me ladiará he de decir la verdá, de naides soy adulón; aquí no hay imitación esta es pura realidá. Aunque rompí el estrumento por no volverme a tentar, tengo tanto que contar y cosas de tal calibre, que Dios quiera que se libre el que me enseñó a templar. He visto rodar la bola y no se quiere parar; al fin de tanto rodar me he decidido a venir a ver si puedo vivir y me dejan trabajar. II ¡Irse a cruzar el desierto lo mesmo que un forajido, dejando aquí en el olvido, como dejamos nosotros, su mujer en brazos de otro y sus hijitos perdidos! | Recordarán que con Cruz para el desierto tiramos; en la pampa nos entramos, cayendo por fin del viaje a unos toldos de salvajes, los primeros que encontramos. Nos quitaron los caballos a los muy pocos minutos; estaban irresolutos, quién sabe qué pretendían; por los ojos nos metían las lanzas aquellos brutos. Allá no hay misericordia ni esperanza que tener; el indio es de parecer que siempre matarse debe, pues la sangre que no bebe le gusta verla correr. "Les he dicho a los demás que ustedes queden cautivos por si cain algunos vivos en poder de los cristianos, rescatar a sus hermanos con estos dos fugitivos" III Relatar nuestras penurias fuera alargar el asunto; les diré sobre este punto que a los dos años recién nos hizo el cacique el bien de dejarnos vivir juntos. Nos retiramos con Cruz a la orilla de un pajal; por no pasarlo tan mal en el desierto infinito, hicimos como un bendito con dos cueros de bagual. IV (Indio) Es tenaz en su barbarie, no esperen verlo cambiar; el deseo de mejorar en su rudeza no cabe: el bárbaro sólo sabe emborracharse y peliar. | Todo el peso del trabajo lo dejan a las mujeres: el indio es indio y no quiere apiar de su condición; ha nacido indio ladrón y como indio ladrón muere. V Las tribus están desechas; los caciques más altivos están muertos o cautivos, privaos de toda esperanza, y de la chusma y de lanza ya muy pocos quedan vivos. VI Voy dentrando poco a poco en lo triste del pasaje; cuando es amargo el brebaje el corazón no se alegra; dentró una virgüela negra que los diezmó a los salvajes. El recuerdo me atormenta, se renueva mi pesar; me dan ganas de llorar, nada a mis penas igualo; Cruz también cayó muy malo ya para no levantar. VII Allí pasaba las horas sin haber naides conmigo teniendo a Dios como testigo, y mis pensamientos fijos en mi mujer y mis hijos, en mi pago y en mi amigo. Quise curosiar los llantos que llegaban hasta mí; al punto me dirigí al lugar de ande venían. ¡Me horroriza todavía el cuadro que descubrí! VIII Que aquel salvaje tan cruel azotándola seguía; más y más se enfurecía cuanto más la castigaba, y la infeliz se atajaba, los golpes como podía. |
IX Al fin de tanto lidiar en el cuchillo lo alcé: en peso lo levanté aquel hijo del desierto; ensartado lo llevé, y allá recién lo largué cuando ya lo sentí muerto. X Dende este punto era juerza abandonar el desierto, pues me hubieran descubierto, y, aunque maté en pelea, de fijo que me lancean por vengar al indio muerto. Me vine, como les digo, trayendo esta compañera; marchamos la noche entera, haciendo nuestro camino sin más rumbo que el destino, que nos llevara ande quiera. Después de mucho sufrir tan peligrosa inquetú, alcanzamos con salú a divisar una sierra, y al fin pusamos la tierra en donde crece el ombú. ... besé esta tierra bendita que ya no pisa el salvaje. Concluyo esta relación, ya no puedo continuar, permítanme descansar: están mis hijos presentes, y yo ansioso porque cuenten lo que tengan que contar. XXXII Un padre que da consejos más que padre es amigo; ansí como tal les digo que vivan con precaución: naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo. | Debe trabajar el hombre para ganarse su pan; pues la miseria, en su afán de perseguir de mil modos llama en la puerta de todos y entra en la del haragán. Para vencer un peligro, salvar de cualquier abismo, por esperencia lo afirmo: más que el sable y que la lanza suele servir la confianza que el hombre tiene en sí mismo. Muchas cosas pierde el hombre que a veces las vuelve a hallar; pero les debo enseñar, y es bueno que lo recuerden: si la vergüenza se pierde jamás se vuelve a encontrar. Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de ajuera. XXXIII Es el pobre en su orfandá de la fortuna el desecho, porque naides toma a pecho el defender a su raza; debe el gaucho tener casa, escuela, iglesia y derechos. Más naides se crea ofendido, pues a ninguno incomodo; y si canto de este modo por encontrarlo oportuno, no es para mal de ninguno sinó para bien de todos. |
ladiará: me hará a un lado. rodar la bola: ver la vida pasar.
bendito: toldo formado por dos cueros en posición de las manos al orar.
apiar: desmontar, bajar. chusma: hombres, mujeres y niños que no eran guerreros.
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