lunes, 25 de abril de 2011

Seleccion 2º parte Martín Fierro

EL GAUCHO MARTÍN FIERRO
Segunda Parte: La Vuelta de Martín Fierro


I
Atención pido al silencio
y silencio a la atención
que voy en esta ocasión,
si me ayuda la memoria,
a mostrarles que a mi historia,
le faltaba lo mejor.

viene uno como dormido
cuando vuelve del desierto;
veré si a esplicarme acierto
entre gente tan bizarra,
y si al sentir la guitarra
de mi sueño me despierto.

canta el pueblero... y es pueta;
canta el gaucho... y ¡ay Jesús!
lo miran como avestruz,
su inorancia los asombra;
mas siempre sirven las sombras
para distinguir la luz..

pero voy en mi camino
y nada me ladiará
he de decir la verdá,
de naides soy adulón;
aquí no hay imitación
esta es pura realidá.

Aunque rompí el estrumento
por no volverme a tentar,
tengo tanto que contar
y cosas de tal calibre,
que Dios quiera que se libre
el que me enseñó a templar.

He visto rodar la bola
y no se quiere parar;
al fin de tanto rodar
me he decidido a venir
a ver si puedo vivir
y me dejan trabajar.
II
¡Irse a cruzar el desierto
lo mesmo que un forajido,
dejando aquí en el olvido,
como dejamos nosotros,
su mujer en brazos de otro
y sus hijitos perdidos!
Recordarán que con Cruz
para el desierto tiramos;
en la pampa nos entramos,
cayendo por fin del viaje
a unos toldos de salvajes,
los primeros que encontramos.

Nos quitaron los caballos
a los muy pocos minutos;
estaban irresolutos,
quién sabe qué pretendían;
por los ojos nos metían
las lanzas aquellos brutos.

Allá no hay misericordia
ni esperanza que tener;
el indio es de parecer
que siempre matarse debe,
pues la sangre que no bebe
le gusta verla correr.

"Les he dicho a los demás
que ustedes queden cautivos
por si cain algunos vivos
en poder de los cristianos,
rescatar a sus hermanos
con estos dos fugitivos"
III
Relatar nuestras penurias
fuera alargar el asunto;
les diré sobre este punto
que a los dos años recién
nos hizo el cacique el bien
de dejarnos vivir juntos.

Nos retiramos con Cruz
a la orilla de un pajal;
por no pasarlo tan mal
en el desierto infinito,
hicimos como un bendito
con dos cueros de bagual.
IV
(Indio)
Es tenaz en su barbarie,
no esperen verlo cambiar;
el deseo de mejorar
en su rudeza no cabe:
el bárbaro sólo sabe
emborracharse y peliar.

Todo el peso del trabajo
lo dejan a las mujeres:
el indio es indio y no quiere
apiar de su condición;
ha nacido indio ladrón
y como indio ladrón muere.
V
Las tribus están desechas;
los caciques más altivos
están muertos o cautivos,
privaos de toda esperanza,
y de la chusma y de lanza
ya muy pocos quedan vivos.
VI
Voy dentrando poco a poco
en lo triste del pasaje;
cuando es amargo el brebaje
el corazón no se alegra;
dentró una virgüela negra
que los diezmó a los salvajes.

El recuerdo me atormenta,
se renueva mi pesar;
me dan ganas de llorar,
nada a mis penas igualo;
Cruz también cayó muy malo
ya para no levantar.
VII
Allí pasaba las horas
sin haber naides conmigo
teniendo a Dios como testigo,
y mis pensamientos fijos
en mi mujer y mis hijos,
en mi pago y en mi amigo.

Quise curosiar los llantos
que llegaban hasta mí;
al punto me dirigí
al lugar de ande venían.
¡Me horroriza todavía
el cuadro que descubrí!
VIII
Que aquel salvaje tan cruel azotándola seguía;
más y más se enfurecía
cuanto más la castigaba,
y la infeliz se atajaba,
los golpes como podía.




IX
Al fin de tanto lidiar
en el cuchillo lo alcé:
en peso lo levanté
aquel hijo del desierto;
ensartado lo llevé,
y allá recién lo largué
cuando ya lo sentí muerto.
X
Dende este punto era juerza
abandonar el desierto,
pues me hubieran descubierto,
y, aunque maté en pelea,
de fijo que me lancean
por vengar al indio muerto.

Me vine, como les digo,
trayendo esta compañera;
marchamos la noche entera,
haciendo nuestro camino
sin más rumbo que el destino,
que nos llevara ande quiera.

Después de mucho sufrir
tan peligrosa inquetú,
alcanzamos con salú
a divisar una sierra,
y al fin pusamos la tierra
en donde crece el ombú.

...
besé esta tierra bendita
que ya no pisa el salvaje.

Concluyo esta relación,
ya no puedo continuar,
permítanme descansar:
están mis hijos presentes,
y yo ansioso porque cuenten
lo que tengan que contar.
XXXII
Un padre que da consejos
más que padre es amigo;
ansí como tal les digo
que vivan con precaución:
naides sabe en qué rincón
se oculta el que es su enemigo.
Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su afán
de perseguir de mil modos
llama en la puerta de todos
y entra en la del haragán.

Para vencer un peligro,
salvar de cualquier abismo,
por esperencia lo afirmo:
más que el sable y que la lanza
suele servir la confianza
que el hombre tiene en sí mismo.

Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar;
pero les debo enseñar,
y es bueno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde
jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos,
porque esa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera.
XXXIII
Es el pobre en su orfandá
de la fortuna el desecho,
porque naides toma a pecho
el defender a su raza;
debe el gaucho tener casa,
escuela, iglesia y derechos.

Más naides se crea ofendido,
pues a ninguno incomodo;
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno,
no es para mal de ninguno
sinó para bien de todos.




ladiará: me hará a un lado.          rodar la bola: ver la vida pasar.
bendito: toldo formado por dos cueros en posición de las manos al orar.
apiar: desmontar, bajar.               chusma: hombres, mujeres y niños que no eran guerreros.



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